Queremos ser una comunidad digital* que viva y refleje a Jesús.

IX. Missio Dei

#Valores: Los Valores son definiciones de lo que esperamos que nos identifique, estos artículos están pensados principalmente a quienes se quieran unir a nosotros en este proyecto tanto para orar, donar o colaborar.

Amamos a Dios, al prójimo y a la creación, uniéndonos a su obra redentora. Dios envió a su Hijo por amor, y nosotros hemos sido enviados para representar a Cristo en el mundo.

Valores Beta #6: Viviendo en Misión

Somos guiados por el Espíritu Santo para ser testigos en palabras y acciones, haciendo discípulos de Cristo, tanto a nivel local como global.

Valores Beta #8: El cuerpo de Cristo en movimiento

Habitamos la cultura con discernimiento, valorando lo bueno, mientras buscamos la restauración y transformación en Cristo, conforme a su Palabra.

Valores Beta #7: Habitamos contextualmente

Mostramos su amor de manera tangible y relacional, imitando el carácter de Cristo y valorando la imagen de Dios en todos. 

Valores Beta #9: Justicia divina

De tal manera que Dios envió a su Hijo, y el Hijo nos envió a nosotros (Juan 20:21). Es un error pensar que debemos vivir en un bunker, alejados de nuestro contexto, quejándonos de la incomprensión virulenta producida por nuestro actuar. Este enfoque sería contrario al ejemplo tanto de Jesús como del apóstol Pablo. Nuestra existencia debe ser una convivencia marcada por el amor, la paz, la alegría y la bondad, pero siempre con discernimiento, con el ánimo de que la luz de Cristo brille en nosotros, incluso en medio de las oscuridades de la vida (Mateo 5:13-16, Juan 17, 1 Corintios 9:20-22). Solo así, podemos quejarnos de una real pero injustificada persecución como la viven millones de nuestros hermanos y hermanas en la fe alrededor del planeta. Volviendo, esta es la única forma de vivir conforme a los propósitos de Cristo, al vivir contextualmente buscando de que personas de todas las culturas lleguen a conocerle a través de los códigos de sus propias culturas, tanto de aquellos que comparten nuestra misma herencia cultural como de aquellos que no, tanto aquí como en otras partes mundo (Hechos 1:8, 2:1-13, 6:1-7, 8:4, 10-11, 13:1-3).

Debemos reconocer que, muchas veces, hemos fallado al tratar de mantener nuestra identidad y, a la vez, ser relevantes en el mundo. Creemos firmemente que es posible lograr ambas cosas, pero para ello debemos estar dispuestos a revisar los lineamientos de nuestros antepasados y permitir que la Palabra de Dios hable con fuerza a nuestro contexto actual. Vemos un ejemplo claro de esto en el discurso de Pablo ante los Atenienses, en Hechos 17, el cual podría ser paradigmático en nuestra época poscristiana. A pesar de encontrarse ante una cultura claramente contraria al cristianismo, Pablo no usó su indignación como excusa para atacar a las personas. En lugar de eso, explicó el evangelio de una manera que pudiera ser escuchada, incluso citando elementos de la cultura popular. Esto sería impensable si continuamos viviendo de espaldas a nuestro contexto, sin valorar y al mismo tiempo redimir las culturas en las que estamos inmersos. Estas culturas, aunque caídas, siguen reflejando la buena creación de Dios.

Igualmente, debemos reconocer que todas las personas reflejan la buena, pero caída, creación de Dios. A pesar de la caída, seguimos siendo imagen de Dios, como nos recuerda Génesis 5:1 y 9:6. Por lo tanto, debemos entender nuestra dignidad humana (como imagen de Dios), pero también reconocer nuestra realidad caída (marcada por la debilidad, la muerte y la maldición). La vida y la muerte, en este sentido, enmarcan toda la historia humana. Los seres humanos no somos ni totalmente buenos ni totalmente malos; ambas realidades coexisten en cada uno de nosotros. Por ejemplo, nuestras familias pueden ser nuestra mayor fuente de alegría o nuestra mayor fuente de dolor. El mal, con sus diversas formas de sufrimiento, impregna todos los aspectos de la vida. Es precisamente en este contexto donde se fundamenta la esperanza cristiana de restauración.

Por lo tanto, si deseamos ser parte de la misión de Dios en el mundo, debemos vivir como Cristo lo hizo, pero contextualizados en nuestras realidades. Anhelemos que todos sean alcanzados por Su luz, y para ello, involúcremonos activamente en reflejar a Cristo, dando testimonio de Él tanto con nuestras palabras como con nuestras vidas. Debemos actuar como Él, especialmente en las oscuridades de nuestras sociedades.

Esto comienza por reconocer que la espiritualidad cristiana no es meramente mística, sino que también profundamente terrenal. Es decir, cuando oramos “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, estamos afirmando que la voluntad de Dios debe manifestarse en nuestra realidad cotidiana. No se trata solo de amar a Dios, sino también de amar al prójimo. No es únicamente participar en el servicio de la Palabra de Dios, sino también en el servicio a los más necesitados entre nosotros (Hechos 6:1-7). No se trata solo de participar en la Santa Cena, sino de asegurarnos de que nuestras comunidades no estén quebradas por la división o por el hecho de que consideremos a algunas personas más valiosas que a otras (1 Corintios 11-12). Tampoco es esperar que nuestra realidad sea destruida para irnos al cielo, sino desear que Cristo regrese y que la Nueva Jerusalén descienda del cielo (Apocalipsis 21:2, 22:17, 20).

Debemos vivir según la encarnación de Cristo y su resurrección. Un ejemplo claro de la expresión máxima de nuestros anhelos espirituales se encuentra en Jesús resucitado, quien preside la mesa con sus discípulos en Juan 21:12-14. Como vemos en otras ocasiones, el alimento espiritual y el terrenal van de la mano (Lucas 24:30-31). Así, nuestro amor por Dios debe manifestarse en el amor que se traduce en acciones concretas para satisfacer las necesidades terrenales de nuestra existencia. Porque, como dice Jesús: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí” (Mateo 25:31-46).

El enfoque de Jesús en el discipulado fue principalmente relacional por cuanto Él dedicó la mayor parte de su tiempo a unos pocos con la expectativa de que ellos seguirían su ejemplo. Su misión es ahora nuestra misión. Creemos que este movimiento redentor de multiplicación se aplica a cada creyente y debe permear nuestra cultura metodista libre en todos los niveles: los creyentes alcanzando a los no creyentes, los discípulos haciendo discípulos, los líderes desarrollando líderes, las iglesias plantando iglesias y los movimientos formando movimientos.

— Libro de Disciplina, Iglesia Metodista Libre, 2023

La ley de Dios para la vida humana, personal y social, está expresada en dos mandamientos divinos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo”. Estos mandamientos nos revelan lo que es mejor para la persona en su relación con Dios, con las demás personas y con la sociedad. Ellos establecen los principios del deber humano, tanto en la acción individual como en la social. Reconocen a Dios como el único soberano. Todas las personas, tal como fueron creadas por él y a imagen suya, tienen los mismos derechos inherentes sin importar el género, raza o color. Por lo tanto, todos le deben a Dios obediencia absoluta en sus acciones individuales, sociales y políticas. Deben luchar por lograr el respeto para todos, en su persona, sus derechos y su más grande felicidad en la posesión y ejercicio del derecho, dentro de los límites de la ley moral.

— Libro de Disciplina, Iglesia Metodista Libre, 2023

En una época de creciente polarización en nuestra nación, resistimos la atracción tanto hacia el fundamentalismo como hacia el liberalismo teológico no por un espíritu de concesión, sino desde un compromiso radical con lo que Wesley llamaba “la vía media”. Es un camino que toma en serio todo el evangelio y nos llama continuamente a convicciones de tipo “ambas/y” en un mundo de o “uno o lo otro”.

— Libro de Disciplina, Iglesia Metodista Libre, 2023

El amor es la manera en que demostramos el deseo de justicia de Dios al valorar la imagen de Dios en todos los hombres, las mujeres y los niños, actuando con compasión en favor de los oprimidos, resistiendo la opresión y siendo mayordomos de la creación.

— Libro de Disciplina, Iglesia Metodista Libre, 2023